domingo, 6 de julio de 2014

Regreso de la felicidad (Mini-relato)

Abrí los ojos, era temprano, no me encontraba bien, sabía que sería un día más, uno como otro cualquiera, como los que le habían seguido atrás. Lo cierto es que los ánimos los tenía por los suelos, pero levantarme era inevitable así que acabé haciéndolo.
¿Qué tenía preparado para aquel día? Nada, absolutamente nada.
En cuanto salí de mi habitación me lo encontré allí, sentado, esperándome y mirándome con esos ojitos brillantes de perro que me decían: ''¡Buenos días!'', y ahí, cogiéndole en brazos para desearle lo mismo, esbocé una de las únicas sonrisas de mi día. Y sí, sonreía gracias a la alegría que me brindaba mi compañero que, aunque mascota como le llaman algunos, era quien me acompañaba todos los días y a todas horas.
Si digo la verdad, lo próximo a nuestro saludo diario no era más que pasar el día haciendo tareas en casa hasta que llegaba nuestro momento de salir por la tarde, así que esperábamos con ansia que pasaran las horas.
Al llegar ese momento él ya me estaba esperando en la puerta y yo, vestida y preparada ya, le coloqué su correa y nos fuimos a la calle a nuestro paseo diario.
Casi todos los días hacíamos el mismo recorrido pero por algún motivo, se me pasó por la cabeza que podríamos ir por otro lado, así que fuimos dirección al parque en donde habitualmente suele pasear la gente.
Y no fue una decisión errónea porque al rato de estar allí, le solté para que corriera libremente y elegí un camino más apartado y lleno de hierba mientras buscaba alguna canción en mi móvil que valiera la pena oír.
Acabé sentada en una especie de llano en donde la hierba estaba más plana, con el móvil en mano, la correa en otra y la vista puesta en mi acompañante. Rebosaba felicidad en aquel lugar, sobre todo porque podía ir donde quisiera sin que yo estuviera sujetándole.
Pasaron una, dos canciones, puede que cuatro también, cuando oí que alguien se acercaba bajé el volumen del reproductor y abrí los ojos de par en par al ver que se trataba de otro perro. Era preciosa, de hecho se acercó a olerme como era habitual, pero no tardó mucho en coger por el sendero que quedaba a mi derecha.
Esperé a que apareciera su dueño, como era lógico, y fue entonces cuando le vi.
Entre nosotros se cruzaron las miradas, la mía era común, lo sabía, pero la suya azulada era como perderse en un mar en el que ahogarse no habría sido una de las peores muertes.
-Buenas tardes -Saludó.
-Buenas...tardes -Y entonces lo supe, sonreí, mi felicidad había vuelto.
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Por supuesto es de cosecha propia, espero que os guste.

Fdo.: NsL.

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